Vaya vida la de la veleta,
siempre esperando que su amigo invisible la saque a bailar.
Cuando no, aburrida,
gruñona, solitaria,
sonriente, eso si,
útil solo para el que la observa,
y resulta que ese amigo invisible que la saca a bailar habitualmente,
es el mismo que la hace envejecer, la oxida, la amputa y la corroe.
Vaya vida la de la veleta
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