lunes, 7 de noviembre de 2016

UNA DE COLORES

Miro a la izquierda.
¡Rojo!.
¿Lo cojo o no lo cojo?.

Miro a la izquierda.
¡Rojo!.
¡Siempre prohibido!.

Lo vuelvo a mirar de reojo.
¡Rojo!.

Quiero hacerlo pero me siento cohibido.
¡Prohibido, prohibido, prohibido!.

¿Qué es lo que está permitido?

Quedarte en casa, en tu nido,
protestar sin sentido,
guardar celosamente tu líbido,
ser un niño consentido,
casarte y tener un marido
o trabajar hasta morir
sin hacer ni un solo ruído.

Miro a la izquierda.
¡Rojo!.

Se coge antes a un mentiroso que a un cojo.
Sin ser ni lo uno ni lo otro,
me sonrojo.
Policía, leyes, cárcel; todos tienen cerrojo.
No ven vigas, sino motas en tu ojo.

No queda otra que un desalojo forzoso.

Miro a la izquierda.
¡Rojo!.

Lo cojo.

sábado, 5 de noviembre de 2016

es TREN o


Así son los trenes,
así son los trenes:
unos van
y otros vienen.

Pasan sus revisiones
en una u otra estaciones.

En su encierro,
la alambrada;
pies de hierro,
pico y pala.

Cargan y descargan;
o se encogen
o se alargan.

Sillas llenas,
sillas vacías;
a veces tuyas,
a veces mías.

Olores intensos,
sudor de la vida;
fragancias, inciensos,
el viejo o la amiga.

Murmullos,
cortinas,
silencios,
rutinas.

Miles de palabras
surcan vagones;
millones de orejas
llevan tapones.

Cómplices miradas,
uniones, rupturas,
vidas pensadas,
presentes, futuras.

Ventanas, cristales,
moqueta, bombillas;
aspectos banales
de pie o en las sillas.

Destino seguro,
fin del camino:
¡hasta otra, Arturo!,
llego a mi destino.

Así son los trenes,
así son los trenes,
unos van...
...y otros vienen.

martes, 5 de julio de 2016

La pared muerta II

Ese tabique siempre estuvo ahí. Separando mi habitación del baño.

Mi padre construyó esa casa con sus propias manos. Salvo pequeños detalles que digamos, subcontrató, desde el suelo hasta el tejado, lo levantó él.
Nos lo repetía como un mantra cada comida.
Las piedras las trajo de Arendes, las tejas estaban hechas en Ortoro y todo el sistema eléctrico y de fontanería, lo hicieron codo con codo él y su inseparable Marcus.

Pasaba sus manos por la encimera de mármol de la cocina buscando algún defecto que sabía que no existía.
Repasaba con el dedo índice las vigas de madera cuidadosamente pulidas.
Arrastraba los pies por el suelo tras alguna imperfección. De hecho, sólo los arrastraba en casa; por la calle, parecía que fuera saltando.
Tocaba con sus callosas manos las delicadas paredes, raseadas después de haber sido raseadas con perlita, perliscayola y otros materiales a cual más moderno y preciosisita.

Luego, se olía las manos y aspiraba profundamente.
Yo hacía lo mismo cuando iba a escalar unas rocas cercanas.
Me encantaba el olor a roca porque, si, la roca huele.

Nunca permitió garabatos en las paredes.
No existían normas rígidas en nuestra educación pero esa, era inviolable.
Era como si, de alguna forma, él mismo se sintiera violado.
Nada de cuadros, ni fotos pegadas, ni apliques, ni nada.

Cuando mi padre murió, conservamos esa rutina en su honor durante largo tiempo. Parecía como si pretendiéramos de esa forma, mantenerlo vivo y, ......,
debíamos dejarlo marchar definitivamente.

Así que, un buen día, pasé la mano por la pared de mi habitación, la olí, inspiré profundamente, y decidí acabar con esa tradición de demasiados años.
Cogí un martillo y un clavo y..., lo hice.
La pared, sin más ni más, abrió su boca para mostrarme sus entrañas. Se formó un boquete de metro y medio.
Metí las manos para intentar sacar los cascotes y noté algo muy extraño. Me pareció tocar la mano de mi padre.
Seguí indagando, sacando trozos caídos de la pared en esa cámara de aire y empezaron a aparecer huesos, huesos humanos según supe más tarde.

Nunca me recuperé del todo al enterarme que todos los tabiques de la casa, las supuestas vigas, la parte baja de la encimera de la cocina, no escondían leyendas y trabajo, sino restos humanos.

Treinta y seis cadáveres consiguieron reconstruir a duras penas.
Tantos como años vivió mi padre en la casa.
Se fue cuando supo que los había contado todos, cumpleaños a cumpleaños.

El muy cabrón nos educó sobre paredes muertas cimentadas en su supuesta vida.

Nunca más me olí las manos después de escalar... .

La pared muerta I

Fraguando el cemento. Así los encontré en ese descampado.
Un montón de piedras apiladas y dos obreros.
Uno era de mediana edad, unos cuarenta. Podría ser el oficial, aunque acarreaba carretillas de un lado para otro como si fuera su primer día de trabajo. El otro, rechoncho, bastante más joven, fumaba apoyado en la hormigonera sin ninguna prisa.
De vez en cuando, un tercero mejor vestido, aparecía en una vieja furgoneta dejando más y más materiales.
Así estuvieron delante de mi casa a lo largo de una semana sin grandes avances en la construcción, a pesar de su afanoso ir y venir.

Mi mujer y yo, todas las noches, hacíamos cábalas sobre cómo sería la nueva casa: ¿de dos pisos o de tres?.
Nos preocupaba sobremanera que dejáramos de ver el pico de Caruto. Todas las semanas subíamos a disfrutar de sus extensas vistas y jugábamos a imaginarnos que en nuestra casa vigía gente diferente a nosotros. Escuchábamos el batir del viento contra las ramas de los árboles, el canto de los grillos al atardecer y, con bastante menos ilusión, el sonido intermitente de la hormigonera cuando había viento sur.
Nos gustaba escuchar, pero también nos gustaba imaginar. De hecho, es lo que más nos atraía. Así, imaginábamos que la casa nueva era para nosotros, que no perderíamos las preciosas vistas a pesar del intenso amor que profesábamos a nuestra guarida, como nos gustaba llamarla.
Bien desde casa o desde el pico, soñábamos constantemente. Y esos sueños siempre provenían de los sonidos.

Golpe a golpe de piedra, comenzamos a ver la primera pared. Muy larga, enorme.

Yo enfermé de repente con unos síntomas bastante raros. No me recuperaba y a los pocos días, Laura también empezó a sentirse mal.
No éramos muy de médicos. De hecho, siempre sanábamos a base de extractos de hierbas con olor a saúco. Olores, colores y sabores. Y, sobre todo, sonidos.
Ese era todo nuestro sentido de la vida. Eso, y nuestra huertita que aunaba a todos ellos.

Para cuando nos quisimos dar cuenta, el ruído de la hormigonera ya no existía. Ahora eran golpes de azada o pala, o yo qué se.
Y, poco después, mi mujer yacía entre esas afiladas paredes, paredes muertas como la muerte que albergaban.

Ya no había peligro de que no viéramos el pico de Caruto.
No iba a ser una casa de dos o tres plantas.
No oleríamos, ni veríamos, ni saborearíamos más nuestra vida.
Ni mucho menos, la escucharíamos.

Las paredes muertas de ese cementerio nos lo habían arrebatado.

BUEN CAMINO


Muchas piernas con dolor,
muchas más sonrisas de amor,
múltiples lenguajes venidos de diferentes bagages,
pieles morenas, blancas, rojas de sol,
entre tanta gente, hay un solo color.

No todos los días apetece compañía,
andar solo también alimenta el alma,
se piensa, se llora, se ríe de alegría,
con el único fin de llegar y pillar la cama
y no hace falta que sea un buen hotel,
vale cualquiera, un albergue, un cuartito, una esterilla,
que con los kilómetros hechos, todo sabe a miel,
un fruto seco, chocolate o una buena tortilla.

No hay un objetivo común en este camino,
unos andan por fé religiosa,
otros caminan para llenar su vida ociosa
y los demás se mueven buscando su propio destino.

No importan las vergüenzas, las dudas, no hay caraduras,
tan sólo historias, personas sin cerraduras.

Esta torre de Babel en tierra,
este caos ordenado por la necesidad,
humanidad, ayuda, nada de dientes de sierra,
pomadas, masajes, solidaridad.

Cuando el dinero abandona su reinado,
todos iguales de sucios, desharrapados,
descubres humanos, cuerpos desnudos,
sin trajes, sin clases, sin ningún nudo.

No hay miedos, políticas ni manipulación,
sólo cansancio, calma y educación.
¡Buen camino! como saludo, ¡vaya canción!,
es un buen tema para la reflexión.

Las diferencias las marcan las ampollas,
lo que compartes, la mesa, hasta las ollas.

Sigue p'alante amigo, no desesperes,
que la siguiente etapa termina en Mieres
y allí decides lo que tú quieres,
si sigues, te quedas o si recoges tus enseres
hasta que apuntes p'a casa o al horizonte,
por bosques, por playas o en medio'l monte.

martes, 31 de mayo de 2016

La luna sublime

La luna.
Me parece una aceituna,
una, una, una.
¿Por qué no dos, tres o veinte
para iluminar a tanta gente?.
¡Demasiadas, seguramente!.
Pero, ¿cuántas son realmente?.
Yo conozco la nueva, la llena
y hasta la creciente.

Todas influyen en el mar,
los suicidios
y en lo que ellas llevan en el vientre;
por lo tanto,
no es cosa corriente.

Con luna sin sol
o sol sin tierra,
nos mojamos en alcohol
o nos vamos a la mierda.

Mirad a la derecha,
a la izquierda,
andando, en coche,
de día, de noche.

Buscad a la luna,
la luna no cuerda
y que su locura os guíe
por un camino de tierra
a la felicidad más inmensa,
blanca, pura..., sempiterna.

Alabanza a la mamá..., y muchas cosas más

La mamá descansa
tapada con la manta.
En la almohada, aplasta la cara,
cansada, agotada, machacada.
La tarea del día ya está hecha,
no pagada
y la pareja, acostumbrada.
Ella, con ganas de nada.

La cabeza no para:
¡la tarea de mañana!,
¡niña, ataca la tostada,
no seas malcríada!.
Las demás en la parada
y tú, ¡tan retrasada!,
¡hala, hala, hala!.
Llevas la merienda preparada:
pan con manteca y ensalada.
¡Acaba toda,
sin dejar nada;
no vayas a enfermar,
mi niña amada!.

Todas las mamás equiparadas:
la asturiana, la cántabra, la murciana,
la maña, la vasca, la catalana.

Atenta a las noticias,
¡otra mujer asesinada!.
Nada avanza,
nada, nada, nada.
La alimaña mandaba,
ella callaba.
A la mañana la mata,
¡así no le delata!,
¡basta ya, basta!.

Baja a la compra,
compra barata.
Lo que sea:
gata, pata,
rata o garrapata.
¡Lo que ahorra la muchacha
para no vaciar la buchaca!.
Toda, toda, de rebaja.

Y, la casta...,
¿cuánta pasta gasta?.
La nuestra, la vuestra,
la de la madrastra.
Calaña agarrada,
rácana, tacaña.
¡Me toca hasta la castaña
y la aledaña!.
A esta patraña,
caña, caña, caña.

Las mismas historias en Canadá,
en Austria o en Atlanta.
¿Por qué tantas?.
Atascadas las gargantas
y..., ¡aún cantan!;
una sonata, una balada
a la guitarra acompañada.
¡Nada queda, nada!.

¡A las barricadas, camaradas!.
Que nada da más gozada
que la batalla ganada
a la gentuza canalla.
¡Vaya, vaya, vaya!.
¡Hala..., a la playa!.

Carmen (descripciones desde el espacio)

A Carmen siempre le ha encantado ese rincón de la cafetería. Es su zona de seguridad.
Una pared en ele la protege a la vez que le sirve de sala de control.
Todo lo que allí ocurre no escapa a su escrutinio:
. la señora de las ocho menos diez que siempre tiene prisa; pide el café templado, inunda todo el bar de Channel 5 en su visita al baño y sale apresurada tras apurar la taza de un trago y dejar el importe exacto encima de la barra con un escueto "adiós".
. o el señor de bigote arreglado que pide un carajillo y, tras tomarlo, deja de temblar.

Nada se libra de Carmen.
Le cuesta soltar el periódico aunque la inquieran con incisivas miradas.

Ahora, ya es anciana. Pero, después del tiempo que lleva acudiendo allí a diario, no le parece que haya cambiado tanto.
O no quiere creer que sea así.

A pesar de tanta protección, ella parece ser un adorno más en ese anacrónico lugar...

lunes, 23 de mayo de 2016

El Tiempo

Futuro, pasado, presente;
yo los nombro igualmente.
No tiene significado alguno
más que para cada una y uno.

Entre otros muchos inventos
hemos creado este cuento:
relojes, fechas, almanaques,
la hora de los sucios ataques.

Al levantarnos comienza
con el despertador y la alerta.
Corren segundos y horas.
¡Qué pierde el turno, señora!.
¡Rápido, rápido, Mariajo,
se oye en la iglesia el badajo!.

Siempre escuchando sirenas,
hasta en comidas y cenas.
¡Cerramos a las ocho!.
Ya suena el horno, ¡el bizcocho!.
¡Las dos y diez,
hala, todas a comer!.

Tengo cita a las tres
y yo masajista a las cuatro.
¡Me voy, me voy, que pierdo el tren!.
¡Búscate otro más barato!.

El diecisiete no puedo;
he quedado con Alfredo.
Si eso.., después del veinte,
¡a menos que todo reviente!.

¡Necesito vacaciones!.
Cuatro tempos las canciones.

Tic, tac, tic, tac,
el tiempo también es la edad,
pero, no sólo eso; ¡escuchad!,
..............................................
¡es algo más!.

¡Enhoramala, enhorabuena!,
noventa y nueve tenía la abuela.
¡Mmh!, casi, casi llega a los cien.
¡Si se encontraba muy bien!.

El metro va con retraso,
así, ¡no llego al trabajo!.

La casa.., un poco cara.
¡Bah!, en veinte años.., pagada.
Y, cuando la niña sea mayor,
viajaremos a Nueva York.

¡Una pena lo de Antonio!,
tan jóven y muere de insomnio.
Y, ¡cuántos sueños tenía!.
¡No somos nadie, María!.

Perspectivas, proyectos, planes,
expectativas a raudales.

Si, sólo hay que vivir el momento:
un abrazo a tiempo,
un mensaje a destiempo,
solventar un contratiempo...

martes, 17 de mayo de 2016

RE-PRESIONES

Las relaciones de pareja
son una cosa compleja;
uno con una, una con uno,
uno con uno, una con una,
no hay diferencia ninguna.

Algunas personas no comprenden,
muchas más de las que dicen
y con sus miradas ofenden
a binomios muy felices.

Ya van demasiados años
de recibir muchos daños,
palizas, golpes, acusaciones,
escucharles decir: enfermos, chupapollas, maricones,
bolleras, comecoños, chicarrones.

Y, en silencio, sin hacer ruído,
sufrir eso, como si no han oído.

Es verdad que hay logros
legislados pero, pocos y sordos.

Así, el día del Orgullo Gay
es lo único que hay
donde enseñan sus verdades
libres, grandes, sin edades;
con poca ropa o mucha
que de eso se compone la lucha,
de pelear por derechos
enseñando culos o pechos,
dividiendo con quien quieran los lechos.
Esos, esos son los verdaderos hechos.

Y, si al leer mis palabras
a alguien le suenan los oídos,
casi mejor que se abra
y revise sus prejuicios vendidos,
ya que quien es el enfermo,
el capullo, el paquidermo,
es sólo ella o él, y no Clara ni Guillermo.

martes, 10 de mayo de 2016

Jugando, jugando...

Mamá canta la nana.
A la mañana,
la gata salta,
más alta, más alta.

La llama abrasa,
la plaga arrasa,
nada pasa.

Baza a baza
parta la baraja;
ya salta la banca.
La vasca trabaja
para ganar la pasta;
la casta, la gasta.
La plata a la saca.

Aparta la rasta,
clava la caja,
paga la casa
nada barata:
la vasalla
a la planta baja,
¡vaya barrabasada!.


Las tartas blancas,
las varas lasas,
carnazas falsas,
aplastan masas,
agasajan plantas,
afanan mantas,
 arañan,
machacan,
arrastran.

Acampadas apartadas,
la plaza asalvajada,
la pancarta alta,
¡hazla callar!.
Aparta la manada.

Armas cargadas,
vallas, alambradas.
¡La placa, la placa,
la placa manda
a patadas!.

Al alacrán a Saldaña,
Malasaña,
Matalascañas,
a cascar castañas.
¡Basta, llama a Sagasta!.

¡Vaya patraña
la atrasada Aspaña!.

martes, 9 de febrero de 2016

Ya

Más limpios cielos
y menos miedos,
menos sucios mares,
bastantes más bares,
más tierras
y menos mierdas,
más soles
y menos goles,
más gente
y menos "miente"...