viernes, 26 de octubre de 2012

Convergencias

El otoño. Dos hojas de roble. Un destino común.
Somos lo que somos por lo que hemos vivido y experimentado y, lo mejor de todo, es que seguimos siendo lo que somos por lo que seguimos viviendo. Esa serpiente que muda su piel cada cierto tiempo y que, muda, observa como se separa de ella su antiguo traje para vestirse con nuevas ropas. No mejores ni peores, diferentes.
No hay que tener miedo a los cambios aunque si, cierto respeto.
Prepararnos para lo que vendrá no es ser reacio a ello, no. Es más bien como un adecuarse a lo que vendrá para tener el equipaje preparado. Por lo menos, lo más necesario.
Está claro que habrá que quitar cosas que pesan demasiado en nuestra mochila y añadir otras en las que no habíamos reparado pero, tener la maleta para guardar y desguardar todo eso es sencillamente, imprescindible.
Luego ya veremos a donde nos lleva ese camino o si, tras largos y pausados pasos, tenemos que trepar, correr, aminorar la marcha o, simplemente, descansar y esperar acontecimientos.
Una única cosa tengo clara: mi mochila está preparada y no tengo intención de cambiarla por otra a no ser que se me rompa y, ya me cuidaré yo de que no se rompa. Igual resulta que la tengo que remendar con cinta americana pero eso, ya es harina de otro costal.
Cuando mi mochila consiga tener esas prótesis artificiales para andar sola y yo necesite agenciarme una nueva, ya os contaré. Hasta entonces, nos tendremos que conformar con estas líneas.