lunes, 24 de mayo de 2021

El gallo y las gallinas

 Vivo en una casa con un poco de terreno donde convivimos animales varios; entre ellos, dos gallos y unas cuantas gallinas (como veinte o así).

Al atardecer, cuando vuelvo de trabajar, me gusta observarles por toda la parcela. Y me gusta en especial, fijarme en cómo se relacionan.

Bueno, un gallo es más mayor y el otro más joven y con menos tiempo de permanencia en el gallinero.

Los galones los lleva el más viejo y es el que monta las gallinas a su antojo ( de forma muy elegante, como decía su dueño antes de regalármelo). Este es Plumón, o Pulmón como le dicen las niñas de casa. El otro es Miguel, o el Probe Migué como le digo yo.

Pulmón ( de ahora en adelante) no le deja a Miguel ni acercarse a la mayoría de las gallinas ( bueno, acercarse sí, pero montarlas, no).

Miguel tiene que buscarse la vida en un descuido de Pulmón para arañar algo, pero no es nada fácil. Tampoco Miguel, en esa desesperación, es nada 'elegante' con las gallinas; la falta de tiempo y la constante amenaza, no le ayudan mucho.

Pero las gallinas no quieren estar sólo para ser montadas, y menos de una forma tan agresiva. Tienen sus estrategias para evitarlo. Y tienen varias, a decir verdad. Y muy interesantes, por cierto.

La primera es que, si se agrupan varias, estando juntas, no son agredidas. Miguel da vueltas alrededor de ellas intentando asustarlas y separarlas pero, si mantienen el bloque, están a salvo.

La segunda, supongo que viene de la observación: cuando un gallo enfrenta a otro, bate las alas de forma ostentosa, hincha el pecho y demuestra que él es el más digno para liderar la manada, el más fuerte, o lo que sea. Algunas gallinas (no todas, ni mucho menos) hacen esta demostración cuando se acerca Miguel amenazante y he de decir, que en verdad, funciona.

De hecho, las tres funcionan.

La cuestión es que, si una gallina se separa del grupo corriendo, no aletea desafiante o echa a correr porque no puede fingir su miedo por más tiempo, se convierte en presa y, eso, exactamente eso, es lo que busca Miguel: alguna gallina con suficiente miedo como para echar a correr, para poder someterla y montarla sin aspavientos.


No hay grandes diferencias a la hora de relacionarnos el resto de animales de la casa; la perra corre tras la gata cuando ésta huye. Cuando le planta cara o pasea arrogante delante de ella, nada de nada. Un gruñido, como mucho.

Si la gata se asusta, adiós.


Y, luego estamos los seres humanos.

Hoy en día, vivimos rodeados de 'Migueles' pavoneándose delante de nosotros, esperando que salgamos corriendo, que demostremos miedo, que nos hagamos sumisas y sumisos.

Diciendo barbaridades a diario que, como decía una amiga mía, harían vomitar a una cabra.

Intentando separarnos, individualizarnos, hacernos presas.

Visto lo visto, la única forma posible de combatir esta situación es seguir las estrategias de las gallinas: NO CORRER, MOSTRARSE SEGURO Y MANTENER EL GRUPO.