martes, 25 de febrero de 2014

Slow life


Todos los dias nos levantamos con la imperiosa necesidad de concluir en ese mismo día, siete u ocho acciones que no pueden esperar al siguiente. Siete u ocho cosas que nos van a atormentar desde que nos levantemos hasta que nos acostemos y, además, cuando llegue esa hora, nos daremos cuenta de que no hemos conseguido acabar más que la mitad de ellas.
Yo intento desde hace largo tiempo desembarazarme de esa engorrosa mochila. Analizo todas las necesidades del día, priorizo cuál o cuáles de ellas son imposibles de retrasar, y me dedico a ellas. Aún así, cuando acabe el día, igual no he conseguido terminar esas dos o tres que me he propuesto.
No pasa nada, no pasa nada.
Si es que no las he podido hacer ese día, no pasa nada. Ya se harán al día siguiente o al otro, o al otro.
Mucha gente con la que hablo me comenta que no se pueden relativizar tanto las cosas, que hay cosas que no pueden esperar al día siguiente, que hay que llevar a los niños al colegio, ir a buscarlos, preparar la comida, hacer las compras, etc.... .
Muy bien. Yo me planteo y les planteo a estas personas lo siguiente: si por un desgraciado avatar de la vida, sufres un accidente y tienes que estar hospitalizado durante un tiempo, quién hace todo eso que sólo tú podías hacer. Pues te arreglarás de mala manera, llamando amigos o amigas, familiares, dejando los niños en el comedor del colegio, encargándole a alguien que te vaya a hacer las compras, yo que sé, pero conseguirás que se solucionen las cosas porque NO PUEDEN ESPERAR.
Y tú, seguirás en el hospital, martirizándote porque te están haciendo las cosas en vez de hacerlas tú mismo y deseando sanar para recuperar el tiempo que estás perdiendo.
Otra opción es asumir lo que hay, pensar cómo solucionarás las cosas, no autoflagelarse y avanzar.
Tú eliges

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